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jueves, 12 de septiembre de 2013

De regresos

...y allí estaba, tras una breve espera.
De pié, junto a su bolsa en la que transportaba el equipaje que le permitió miles de kilómetros, con una expresión impropia en él. Ojeando el móvil, quizás, con una pizca de impaciencia. Como queriendo mantener su mente ocupada.

Aparqué y lo saludé con un correspondido gran abrazo. Uno de esos enormes abrazos que no se dan solo por cortesía. Uno de esos fuertes abrazos que acompañan alguna lágrima y se prolongan en el tiempo. Uno de esos abrazos que aprovechamos de forma egoísta y silenciosa para comprobar realmente lo que es un buen abrazo.
Pero en algún momento tuve que volver a respirar...

Regresaba de un viaje complicado. Complicado y novedoso. Un viaje donde nada era lo que parecía ser, y se ponía a prueba lo físico y lo emocional, hasta el extremo. Al final, siempre gana lo emocional. La razón, concretamente...

Uno de esos viajes que sirven para comprobar que las frases, nunca son sólo frases. Como esa que dice que un viaje saca lo mejor y lo peor de cada uno. O esa otra, que nos enseña que en un viaje, se conoce realmente a quien nos acompaña.

Pero no tenia por que haber sido así. Debería de haber discurrido de una forma infinitamente mas placentera, con un final irrepetible. No fue así, pero no por el viaje, sino por la compañía; Los lugares visitados y siempre desconocidos, los paisajes de ensueño, los espectadores  anónimos, los olores y sonidos, las calles, caminos, senderos, y chaparrones...eso fue perfecto, y quedará para siempre en la memoria.
El contrapunto, la mancha..el borrón.. fue la compañía. Viajar con desconocidos entraña sus riesgos, y en ocasiones, -no siempre-,  tenemos oportunidad de comprobarlo.

Aunque...¿pudo haber sido mejor?

Si lo pensamos detenidamente, llegamos a la conclusión de que un viaje lo hacemos para aprender.
Sí, también para salir de la rutina, conocer otros lugares, otras culturas, otras costumbres, otros climas.. Pero el afán de conocer otras cosas, no deja de ser, ganas de aprender.

Cuando un viaje nos ha enseñado muchas cosas, ha sido un buen viaje.
Este, ademas de enseñarte, te ha aleccionado.

Además de todas las cosas agradables que forman parte de los distintos lugares y personas que has visitado y con las que te has relacionado a lo largo de tantos y tantos días, has aprendido a soportar miedo, a orientarte en lugares descocidos, a mantener la clama ante momentos de estrés y provocaciones, a soportar gran esfuerzo físico...
Tienes mucho mas claro cuales son tus límites en muchos aspectos. Tienes mas control sobre ti mismo. Te conoces mas y mejor.

Quizás no era el objetivo de ese viaje aprender todo esto, sino disfrutar. Cierto es...
Pero lo aprendido evitará sufrimientos similares en el futuro. O quizás no. Es posible que este tipo de situaciones no se puedan evitar. Cada uno es como es. Unos nos fiamos ciegamente de quienes aparentan venir de frente, y hacer lo contrario, nos convertiría en personas comunes. No debemos de cambiar eso, por que cuando somos correspondidos en nuestra sinceridad y calidez, la recompensa emocional multiplica por mil cualquier tropezón a causa precisamente de esta forma de ser.

En cualquier caso, lecciones viajeras aparte, lo que al final queda son las sonrisas de quienes te vieron pasar. Los aplausos, los claxons de los coches, la bocina de ese tren dando ánimos, los paisajes, los colores, olores, lugares, gentes...

El resto se va difuminando con el tiempo hasta convertirse en una "anécdota sin importancia".

Sirva la admiración de una interminable lista de amigos que ya nos gustaría a otros tener, como prueba de lo que has sido capaz de hacer para que, junto con esa increíble familia que te apoya siempre, te empujen a repetir en otra ocasión, la aventura que esta vez no ha tenido un final que te habías imaginado, pero que no deja de ser un final feliz.

Enhorabuena !!