Él no lo sabe, -o eso creo-, pero una vez, me salvó la vida.
La vida emocional, digo.
Hace un puñado de años, los azares de internet hicieron que nos tropezásemos, y además, que congeniásemos.
Uno de mis mas oscuros momentos en la vida, a las pocas semanas, se convirtió en algo totalmente distinto y lleno de luz.
Pocas personas, -lo dije una vez y lo mantengo-, llegan a tu vida, se convierten en tus amigos, y simplemente por eso y por su actitud totalmente desinteresada en el plano más sincero de la definición, les debes la vida;
Por que te escuchan, te comprenden y te abrazan. Física y sobre todo, emocionalmente..
Cuando alguien te respeta, y además admira determinadas facetas e ilusiones de tu vida siendo totalmente recíproco el sentimiento, el interés desinteresado, y yo qué sé cuantas cosas mas al huso, la palabra "amistad" cobra un significado que pocas personas entienden.
No es "un amigo". Es "EL AMIGO".
Lo más cercano a tu pareja, pero sin sexo.
Incluso es factible describirlo en ocasiones como "la persona de mas confianza por encima de tu pareja", entendiendo bien esta descripción que acabo de mencionar. Cada cosa en su sitio.
El azar, a su vez, ha hecho que él se tenga que ir lejos, para vivir su vida en pareja, lograr ese trabajo que tanto escasea en estos decadentes momentos de la historia, y disfrutar de sus nuevos amigos y parajes.
No puedo evitar sentir un poco de envidia hacia esos casi todos desconocidos nuevos amigos que desde sus palabras de elogio constante, lo disfrutarán mas que yo, desde la distancia.
Supongo que en el fondo, este egoísmo privado que me invade es razonablemente positivo. Imagino que el trasfondo se debe a mi deseo de no perder ese contacto con el que nos frecuentábamos alrededor de una mesa repleta de pimientos de padrón, chipirones y zorza, haciendo jocosos comentarios sobre el personal de servicio en el local de turno.
O pasar veinticuatro horas ininterrumpidas planeando las ocho imágenes que nunca ganaron aquel concurso.
O poner nuestros cuerpos serranos a remojo en unas termas al aire libre bajo la influencia lunar o las inclemencias meteorológicas.
O subirnos en el cochecito de policía infantil de monedas de un centro comercial...
Sí, Barcelona no queda tan lejos de Pontevedra...pero sí lo suficiente como para no poder realizar visitas sorpresa para simplemente tomar un café y hablar de nada en especial.
Ah... Barcelona.
Una vez, hace cosa de veinte años, pasé por allí. Me tomé un café y continué hasta Sitges, donde pase tres días.
Ahora tenemos aviones, y buenas carreteras, pero también tenemos veinte años mas, y otras responsabilidades, trabajo, pareja...y nada es tan sencillo como entonces, cuando decidías sin mas hacerte 984 kilómetros para tomar un café.
-"...volveré." Ha comentado en varias ocasiones.
Y yo le creo. Y estoy convencido de que el reencuentro, mas allá de las visitas vacacionales de turno, será conmovedor.
Pero ahora se va.
Por que se tiene que ir. Es necesario. Tampoco querría, -si de mi dependiese esa decisión-, que se quedase. En su lugar y circunstancias, yo haría lo mismo...
Bueno, no. No lo haría. A mi me falta ese punto de coraje que él sí que tiene para tomar este tipo de decisiones. Eso marca la diferencia entre los que triunfan y persiguen su sueño...y los que nos conformamos.
No es necesario que de mi aprobación -que la doy-, pero su pareja, hasta donde yo alcanzo a otear, se encargará de suplir, -o al menos pondrá todo su empeño en ello-, todas las carencias que la lejanía de "La Terriña", le provoquen. Estoy convencido. Es una gran persona.
En representación de todo ese nutrido grupo de nuevos amigos, he tenido la oportunidad de conocer a dos de ellos. He tenido que quitarme la gorra. Su nueva familia, cuñados, suegros...son, según ha comentado, lo más parecido a la propia familia, que uno se puede encontrar.
El lugar, aunque distinto, tiene todo lo necesario para poder disfrutar de los nuevos paisajes que otros nos perdemos al atrincherarnos voluntariamente entre roble y pino gallego.
Todos los lugares del mundo tienen esos rinconcillos que pasarán a formar parte de nuestro enmarañado núcleo de recuerdos. Barcelona no es una excepción.
Pero se le echará de menos, a pesar de WhatsApp, de la tarifa plana de llamadas, y del Skype.
Sentiré morriña de él, cada vez que publique una nueva foto en su muro.
Lo recordaré cada vez que vuelva a comer oreja de cerdo, o pase por Milladoiro camino de Santiago.
Y sí: como ahora, daré plena libertad a mi lacrimal para que haga lo que considere más oportuno.
Y todo eso será por el enorme, -posiblemente indescriptible-, aprecio que te tengo, Alex.
Desde este lado, no podremos mas que estar atentos a nuestras pantallas para ver como prosperas.
No puede ser de otra forma.
Gracias por salvarme la vida.
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