Decía yo en mi anterior entrada, que el Camino a Santiago que he realizado el pasado año en bicicleta, no podría ser superado, ni siquiera igualado, por este, en cuanto a los compañeros de viaje.
Añadía incluso, que el listón estaba demasiado alto como para siquiera poder alcanzarlo.
Y sin desmerecer lo más mínimo el trayecto, ni a los compañeros, -grandes compañeros de los que me gusta saber a través de las redes sociales-, del pasado año, he de admitir que este año ha sido aunque totalmente distinto, igual de extraordinario.
Paz de Salamanca, Gaspar de Valencia y Jose Luis de A Coruña, han sido, no sólo un importante sustento durante los ocho dias que ha durado la travesía, sino también una incansable fuente de inspiración y aliento para una docena de proyectos que ahora, de nuevo en la "vida real", tengo que realizar.
Ellos quizás no lo saben por que yo no se lo he dicho, pero he tomado infinidad de notas mentales sobre multitud de cuestiones relacionadas con la fotografía, afición que me gustaría y trato de convertir en algo más, positivismo, lucha diaria contra las dificultades que nos regala la vida, cordura, resistencia, y sobre todo, el disfrutar las cosas a la velocidad adecuada. Sin prisas.
Quizás con ideologías opuestas en algunos aspectos, pero en todo momento dialogantes para llegar al acuerdo esperado.
Posiblemente con vidas totalmente diferentes, pero con una base tan común como la que nos ha unido durante el trayecto.
A ellos les debo una enorme gratitud que no se puede pagar con dinero. Y aunque es posible que no volvamos a coincidir nunca en una misma localización física simultaneamente (o quizás sí), ya forman parte de mi historia, y eso significa continuar juntos el camino de una manera un tanto más espiritual.
En cuanto al camino, en esta ocasión partiendo de Salamanca, lo resumiré en esta entrada diciendo que ha sido sobre todo duro. Al principio con mucho calor por esas rectas infinitas sin arboles ni fuentes si viajaba por carretera, o por esos terrenos escarpados e imposibles si discurría por el propio camino.
Al final, debido a la intensa lluvia gallega, los últimos kilómetros se volvieron complicados.
De nuevo aunque de forma inexplicable, el excedente de peso en las alforjas ha tenido bastante que ver.
Lo imprescindible pesa demasiado.El próximo año, ni siquiera me llevaré lo imprescindible. Seguramente tan sólo lo necesario. Quizás ni eso.
Otras muchas personas han formado parte de mis descansos en cada albergue: Personas que tan sólo vería una vez pues ellos se desplazaban a pié desde Barcelona, Alicante o Sevilla.
Personas que he visto en varias ocasiones al coincidir el medio de transporte y los lugares de descanso.
Personas que escribían lo que sentían. Personas que sentían lo que escribían.
Hospitaleros divertidos atentos como maripaz de Salamanca o Sergio de Zamora.
Otros menos implicados como en el caso de Lalín,
He conocido lugares tan hermosos que ni tan siquiera un millón de fotografías podrian describir una pequeña parte.
He escuchado anécdotas tan interesantes o divertidas que ni siquiera el cansancio por el esfuerzo diario, podrían conseguir el llevarme a la cama.
He puesto en práctica decenas de consejos de los más experimentados en el camino.
He perfeccionado la técnica en cuanto al pedaleo, equipaje...
Y de nuevo, durante mi segundo camino en bicicleta, he encontrado motivos para realizarlo una vez más.
Son motivos que quizás no sabría explicar con palabras.
Cuatrocientos ochenta y dos kilómetros en bicicleta dan para mucho.
Espero que el año que viene, la cifra aumente considerablemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario