Competir es algo innato. Está grabado en nuestros genes. Todos competimos de una u otra forma.
Todo el mundo compite para...llegar mas lejos, ascender en el trabajo, ganar mas dinero, ser el mejor del grupo, para recibir elogios o premios, para que no se te cuele la señora que se hace la loca en la cola de la charcutería, o el del coche destartalado en el cruce...
Algunos, ademas, competimos con nosotros mismos por puro y simple crecimiento personal o espiritual. Para ser mejores personas de lo que fuimos ayer, compartiendo mas, sonriendo mas, abriendo una puerta y pasando el último, cediendo el turno en el ascensor, realizar tareas que no me corresponden en el trabajo para evitar broncas generales, a sabiendas de quien debería de haber realizado esa tarea se está tocando los huevos, como trepilla profesional que es, dejándose alabar por sus superiores quienes creen que es alguien ejemplar. Quien únicamente piensa que esta forma de actuar es la de "un pringao", no debería de seguir leyendo, por que probablemente no lo entenderá....nunca.
Por que una competición es todo un arte: Cuando valoras en su justa medida las capacidades de tus oponentes, con detenimiento barajas los movimientos que puedes realizar, y finalmente eliges el que te parece mas adecuado...y consigues tu objetivo, la competición te llena. Te llena de algo que no es sencillo describir con palabras...pero es bueno. Mucho.
Competir, casi nunca es malo, salvo cuando la competición se realiza con egoísmo. Cuando haces trampas durante una competición, sí, posiblemente ganes, pero no podrás, aunque creas que si, disfrutar el triunfo.
Si para tener tu asiento favorito en el bus, apartas a la señora de delante de un empujón, habrás hecho trampas.
Si para que no se te cuele la ancianita en la charcutería, te le cuelas tu a ella como tomándote la revancha... habrás hecho las mismas trampas que ella.
Si para conseguir tu ascenso en el trabajo o mantener tu estatus, interpretas un papel, pisas cabezas y degradas el trabajo ajeno, en vez de mostrarte como eres, colaborar con el equipo y trabajar mas que los demás, estarás haciendo trampas. Y, de nuevo, sí, es muy posible que consigas lo que te proponías, pero lo disfrutarás solo, tus compañeros te verán como alguien en quien no confiar y, con el tiempo, pasarás a ser simplemente "un enchufado", del que se olvidarán con la misma rapidez con la que has conseguido el puesto.Y lo peor es que, el que te de igual, solo significa que encima eres una persona sin criterio ni principios. Alguien que pasará sin pena ni gloria, por muy alto que subas.
En una competición, no toda vale. Hay reglas. Algunas de ellas quizás nunca fueron escritas, pero todos sabemos que existen. Que están ahí, y que hay que cumplirlas. Y que el saltárselas solo nos puede llevar a algo malo. Quizás a una desconocida espiral de egoísmo, rencor y envidia hacia lo ajeno, que te impedirá para siempre, catar el sabor de un triunfo merecido.
Quizás ese temor es el que hace que algunos compitamos con deportividad. Probablemente demasiada, para los tiempos que corren...
Por que la competición no está reñida con la colaboración, ni con el civismo, ni los principios, ni...con tantas otras cosas.
Pero quien egoísta en la competición, también lo es fuera de ella. Y posiblemente las mismas artimañas que usa durante la competición, las llevará al ámbito personal, familiar y social. Una egoísta, con muchas probabilidades, terminará solo, como poco, en lo emocional.
Pero lo peor de que hagas trampas es que, como mínimo, hay una persona que lo sabe, de la que nunca te podrás separar, y que te puede arruinar la felicidad:
No hay comentarios:
Publicar un comentario