Ya han pasado dos días de ese accidente que nos ha dejado a todos...tocados de alguna forma.
Entre mis quehaceres cotidianos se encuentra la fotografía; Me paga algunas facturas. Hace dos días que he de realizar una selección de 10 fotografías, de entre todas las tomadas en la última sesión fotográfica pero...no puedo.
Visualizo una, veo otra, me fijo en la composición, el histograma, los gestos del modelo...pero mi cabeza no tarda en volar hacia un amasijo de hierros de un tren...
Vienen a mi cabeza gritos, lagrimas, lloros, personas buscando a personas, gente deambulando en mitad de una vía de tren recién descarrilado.
La noticia llegó, como llegan casi todas: Poco a poco.
"...Un accidente de tren hace escasos minutos...", leo en un momento de receso en la oficina, delante del ordenador. Conecto la radio escucho la proximidad a la estación de Santiago de Compsotela, el lugar, por el que de forma muy próxima he pasado con mi bicicleta realizando el camino de Santiago que terminé hace apenas una semana...las primeras trágicas cifras...
Continuo con mi trabajo. Al salir dedicaría las siguientes horas a la festividad de Apostol. Pero de nuevo busco información en internet, pasados quince o veinte minutos, sobre el tema.
Esa sensación....
Las primeras informaciones confirman la gravedad, que ni de lejos resultó ser la que finalmente se ratificó.
Las 10. Termino de trabajar y voy literalmente corriendo al coche para conectar la radio antes que el motor. La SER, la Radio Galega, la radio galega otra vez, Radio Nacional, Radio maria, la SER de nuevo...todas hablan de la gravedad del accidente.
No suelo tener prisa para volver a casa. Salir de la oficina es "mi momento". Esos cuarenta minutos de coche me ayudar a desconectar cada fin de jornada, pero...esa noche no era como las demás. Quizás me di demasiada prisa.
Aparco casi de cualquier manera, corro hacia casa, subo las escaleras hasta el tercer piso para no esperar al ascensor y vuelo hasta el ordenador que hace las veces de tv. Esos 90 segundos que tarda en arrancar me devuelven una serie de imágenes atronadoras y violentas..
Mi angustia crece hasta salirse de la escala.
Se piden las primeras donaciones de Sangre en Santiago. Yo estoy a media hora de autopista...decido esperar. Se habla del traslado de las primeras victimas menos graves a hospitales de Pontevedra, Salnes, Vigo...y mas donaciones. Bajo sin pensarlo. Un resorte me ha impulsado a hacerlo.
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Ya han pasado dos días. Ya he visto todas las imágenes que mi cupo de escrúpulos me permite, y una dosis extra. No me afectan en absoluto esas imágenes. Pero sí el dolor ajeno.
Siento ese dolor casi, como si fuese mio. No puedo evitarlo.
El camino de Santiago que he realizado este año, mi quinto camino, me ha reportado calma, serenidad, paz y un poco de cordura. Uno aprende muchas cosas de la gente del camino. Se hacen amigos de los que te gustaría que durasen toda la vida. Este año a mi me han tocado los mejores. Muchos de esos nuevos amigos han vuelto a su casa en ese tren, pero en sentido contrario.
He vuelto diferente de ese camino. Pero ese estado de bienestar ha saltado por los aires y se ha hecho añicos, a la vez que las vidas de tantas personas. En ese estado me encuentro desde el accidente.
Lagrima fácil, dolor de alma y apatía.
Leo fragmentos de historias ajenas que hacen que me pregunte cómo podría yo aliviar, aunque solo fuese un poco, la pena de Ángel, de los padres de Lidia, el novio de Laura...
Leo también agradecimientos a todos aquellos vecinos de Angrois que ayudaron los primeros, a todos los que fuimos a donar sangre a algún centro, a todos los cuerpos y miembros de seguridad de toda índole y color... leo también que dentro de nada aparecerán un rebaño de políticos a hacer su papel de apenados, o para coordinar nada y molestar mucho.
Leo...muchas cosas que todos hemos leído. Cosas que no me permiten realizar la selección fotográfica que tenia que estar lista hace horas.
Y de todo esto solo puedo concluir con la inutilidad y molestia de la clase política, de lo bien que nos arreglamos sin ellos y lo poco o nada que los hemos echado de menos durante todo el proceso de rescate.
Y también, a pesar de las diferencias que tengamos, de lo unidos que estamos cuando las circunstancias realmente así lo requieren.
Seguramente mi dolor poco importará a quien ha perdido a su mujer y a su futuro hijo, a su madre o a sus primos. Pero creo necesario decir en voz alta, que todos sufrimos con ellos. Que aunque nuestro sufrimiento conjunto no les devuelva la vida a sus familiares, y aunque nunca nos encontremos frente a frente, les apoyamos y les queremos.
Me gustaría abrazar una por una, a todas y cada una de las personas que a esta hora estarán mucho mas despiertas que yo, ante la imposibilidad de conciliar el sueño tras haber recibido un golpe tan duro e inesperado.
Y aunque esto solo son palabras en un blog, algunos seguiremos muy de cerca vuestra historia, cuando deje de ser noticia. Para comprobar que, con el tiempo, os encontráis un poco mejor. Por que solo cuando vosotros os recuperéis, nos recuperaremos nosotros.
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