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domingo, 22 de abril de 2012

De frases injustamente utilizadas

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A menudo tendemos a restar importancia a lo que sentimos, o a tergiversar el significado de nuestros sentimientos.
Quizás no sea cierta la afirmación anterior, y únicamente nos limitemos a no reconocerlos en voz alta. O a resumirlos dando lugar a síntesis demasiado ambiguas.
Es habitual resumir un buen puñado de emociones positivas con un simple "me lo pasé bien" y, al contrario, una serie de emociones negativas con un sencillo "pudo estar mejor".
Pero esas dos frases, aunque sí sirven para transmitir un resumen de nuestro estado de ánimo, no logran describir cada instante.

Un simple "me lo pasé bien", no describe en absoluto la ingente cantidad de información que reciben nuestros ojos ante el colorido y el orden de una gran extensión ajardinada, ni nuestros oídos, ante el relato  de la historia de un lugar. Ni de la sonrisa involuntaria ante dos cachorros retozando por el césped. Ni tampoco de un emotivo silencio ante las tumbas de alguno@s de nuestros más ilustres escritores. Un silencio roto únicamente, por el ruido de la reflex, congelando ese instante.
Un "fue una buena tarde", en un injusto resumen ante los recuerdos en ebullición que provoca el volver a entrar, después de tantos años, en la "Casa das Crechas" o, el dejarse tele transportar a un pasado ajeno, donde la patronal era tan inquisidora como en los tiempos que nos rodean.
El sabor de un sencillo, a la par que perfecto y adecuado plato de arroz con pollo y nata, o las risas entre bocado y bocado, tampoco se reflejan en una insulsa frase como "fue buena tarde".

Una larga charla y un tranquilo y prolongado paseo, sin someterse a las interrupciones de escaparates, únicamente contribuye a estabilizar ese manojo de sentimientos irresumibles, que posteriormente quedaran firmemente sellados con un, esta vez sí, gran abrazo sincero. 
Algo así no se puede representar con una anodina frase formada únicamente por tres o cuatro palabras.
De hecho, una frase tan simple como esa, ni siquiera es comparable con la grandeza de espíritu de quien la provoca.

Tampoco es posible, aunque se intente, reflejar el contenido emocional de quien escribe, ante la incertidumbre de saber si se está correspondiendo en igual modo, con un buen puñado de buenas emociones.

Por eso, si tengo que responder a la pregunta "¿Qué tal la tarde?", mi única respuesta será una gran sonrisa pues, sólo así, lograré transmitir parte de lo que realmente he sentido.

Ahora solo tengo que devolver parte de lo que he recibido.

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