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jueves, 17 de diciembre de 2015

El puñetazo de Rajoy

Mi vecino de enfrente ha cumplido ya 17 primaveras de esas, vive con sus padres, y sufre algún tipo de desorden psicológico que, en ocasiones, hace que se vuelva un poco agresivo con los objetos. Aunque hasta la fecha, no había pasado de ahí.

Desde muy pequeño, se le veía mas activo de lo normal. Ignoro si esto está relacionado de alguna forma con la hiperactividad o la esquizofrenia, como leo en algún medio.
A veces se le oía discutir con sus padres a través de los finos tabiques que separan su casa de la mía, golpear la puerta del ascensor, o dar una patada a la pared, como un claro símbolo de desacuerdo con sus progenitores.
Durante horas, podía estar rebotando una pelota contra la pared que separa nuestros domicilios, ignoro si como diversión, o terapia.
Era, en ocasiones, algo molesto, pero muchos en el edificio estábamos al tanto de mal que lo aquejaba, y nunca le hemos reprochado ni a el, ni a sus padres, su actitud. Quizas se pueda interpretar como un gesto solidario...o simplemente para no cargar de mas estress aun esa complicada situación familiar.

Sabemos también, -como convecinos que somos-, que el chaval estaba en tratamiento, -desde hace muchos años-, y de un tiempo a esta parte se le veía mucho mejor.

Sus padres, sufrían, -sufren-, los efectos de la enfermedad de su hijo.

Ella, -su madre-, en las pocas ocasiones en las que hemos coincidido en el ascensor después de tantos años compartiendo rellano, trataba de aparentar toda la normalidad que las circunstancias le permitían. 

A veces, hablábamos de lo revuelto que se había puesto el tiempo.
En temporada alta de ERE´s, al inicio de la crisis, incluso hemos intercambiado algún comentario sobre lo "complicado que es todo", pero ambos hemos concluido durante el breve trayecto del ascensor, que "nunca llovió que no escampara", y que al final, todo pasa.
Estoy convencido de que ella, en una mezcla de vergüenza y esperanza, estaba leyendo entre las lineas de mi observación.
La vergüenza era mutua, por ser vecinos de rellano durante tantos años, y no haber intentado nunca ir más allá de la conversación del ascensor. Quizás también, por ser consciente de las molestias que, a veces, su hijo ocasionaba.
Esperanza, por creer que alguna vez cruzaríamos esa linea de conversación banal. Y por que sí: las crisis terminan por pertenecer al pasado.

Pero un día, en vísperas de elecciones, Rajoy volvió a casa.
El Padre del Presidente tiene una vivienda en propiedad al final de la calle, apenas a 100 metros de la mía.
Es lógica la expectación que produce la presencia de un presidente de un país paseando por la calle, y mas en plena campaña electoral.
La gente y los medios de comunicación se arremolinaban a su alrededor para hacer fotos, dar la mano, felicitar...y, en el caso de mi vecino, para darle un puñetazo.

Es de sobra conocida mi  animadversión a las políticas que practica el Partido Popular en general, y Mariano Rajoy en particular, y no voy a justificar esta, ni ninguna otra agresión física, a pesar de que este partido y este presidente, debido a sus acciones u omisiones, han dejado un largo río de victimas de todo tipo, desde suicidios previos a un desahucio, violencia de genero mal gestionada, recortes en sanidad o dependencia... y seria muy fácil añadir un irónico "ya tardaba alguien en reaccionar".

Pero esta agresión, estoy convencido, no está relacionada con cuestiones políticas.

El muchacho (me refiero a mi vecino, no al Presidente) tampoco pertenece -como rápidamente se han apresurado a indicar medios de comunicación o militantes del Partido Popular-, a ningún grupo extremista, ni terrorista, ni ultrasur (ya le gustaría tener al Pontevedra CF seguidores suficientes como para añadir "ultrasures").
Tampoco milita, al menos de forma activa o publica, en partidos o grupos.

Es solo un muchacho al que se le ha ido la cabeza mas de lo necesario, en el lugar menos indicado,y con la persona menos oportuna.

Es una persona que está enferma. Yo lo veo así, y hace 17 años que lo conozco.
Y sin restarle importancia a sus actos, creo honestamente que mas que condenarlo, habría que ayudarlo.
Quizás, quien lea esto desde la distancia, piense que hay que tratar a todo el mundo por igual, terroristas, o locos.

Hasta que nos toca de cerca y vemos como la realidad de las cosas se empiezan a distorsionar, y termina por convertirse en un manojo de titulares sin contrastar,sacados de contexto, utilizados como palanca electoral para arrapiñar unos pocos votos mas, sazonado con opiniones carentes de valor por su inexactitud o su completa erroneidad, pero que todas juntas crean el ruido suficiente, y animan  sobre todo a los que piensan de una forma similar, a juzgar y condenar a alguien, que, en síntesis, está enfermo.

Eso es quizás lo que me hace perder parte de mi fe en la raza humana: La incapacidad de contrastar la información que reciben por que, en el fondo, no quieren hacerlo. Es mejor y mucho mas divertido,   -dónde va a parar-, abrir la boca todo lo que la mandíbula nos permita, para imponer  dar nuestra opinión.

Mariano se ha llevado un puñetazo sin motivo.
Los padres de mi vecino, se han llevado uno de los mayores disgustos/decepciones de su vida.
El muchacho todavía no sabe lo que se va a llevar, aunque seguramente, en vista de las circunstancias, todo quede en "nada".

Y al final, lo que queda es el regusto que un cuarto de país a creado, por la imposibilidad de molestarse en conocer los hechos antes de opinar, de los medios de comunicación que han decidido retorcer un titular para vender mil ejemplares mas, u obtener medio punto mas de share durante 3 minutos.
Y cuando pasen unos días, solo quedará el disgusto, la familia destrozada y la ocasión de utilizar los hechos en beneficio de unos pocos.

Una prado de pena.






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