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jueves, 21 de octubre de 2010

Memoria a corto plazo

Sí. Mi memoria a corto plazo es un asco. Lo admito. Y además, también lo asumo y a pesar de que no lo comprendo, me resigno.
Hasta le he encontrado la parte positiva.

Mi memoria a corto plazo, cosa que entiendo como  "cosas que acabas de ver, oír o sentir hace unas horas, y que, al rato o al día siguiente, has olvidado", según he podido comprobar, aunque está dentro de la media de esas 16 horas, reservando  unas 7 u 8 para dormir, está en el límite.
Al contrario, mi "memoria fotográfica" está hiper-desarrollada.
Soy capaz de recordar con todo lujo de detalles, una conversación de forma literal, lo que he sentido, o los detalles del lugar , con sólo ver una imagen donde me ha ocurrido determinada circunstancia.

Y aunque no sé si  tiene buen o mal diagnóstico, a mi  me vale.

Por que, después de haber tenido una bronca, un enfado, una disputa, un desengaño, una decepción, o cualquier otra cosa calificable como "negativa", simplemente... me olvido de ella.
 Y puedo seguir siendo feliz.
Sí, en mi ignorancia, pero feliz.
De todas formas, de una bronca nunca se puede sacar nada en limpio.
Ojo: eso no quiere decir que me olvide de que he tenido una bronca. Sigo siendo consciente de todas y cada una de las circunstancias y detalles que han desencadenado, desarrollado y desenlazado la susodicha disputa. Pero simplemente, dejo de sentir el daño que quizás sentía en las horas circundantes a esa cuestión.

Claro, si me pongo a recordar, claro que vuelve todo eso a mi cabeza. Pero controlar un recuerdo es relativamente sencillo. Basta con ocupar los pliegues del cerebro con otras cuestiones.
Como escribir esta entrada.
Ahora es cuando le iba a robar una frase a mi amigo el psicótico, pero ya no la recuerdo.

Realmente tiene su parte de putada, por que nunca seré un buen contador de chistes. Nunca me acuerdo de ninguno. Bueno, salvo el de la niña que tenia un perro que se llamaba "mistetas". Pero ya está un pelín rancio.
Para los recados tengo mi agenda electrónica. Lo cual no ayuda demasiado a  desarrollar mi memoria a corto plazo. Pero mejor eso, que olvidarme de cuando he pedido vacaciones, cuando es el cumpleaños de mi novio o de mi única amiga, o incluso de cual era el regalo que finalmente había decidido comprar de entre todas las posibilidades que estaba valorando.

Creo que es mejor la parte positiva que la negativa.

Olvidarme de cuestiones negativas (para las positivas tengo la agenda), a costa de no recordar si ayer comí pollo, y repetir menú hasta que me terminan por salir alitas, para dar paso a la tortilla, y repetir tortilla hasta que se me terminan los huevos, momento en el que voy al super y compro pollo y huevos.
Y seguramente, alguna otra cosa que ya tenia, pero que no recordaba.

Para ser sincero, he de admitir que, también son pocas ganas de organizarme, pues todo esto se soluciona apuntando en una notita estas cosas y pegarla con un himan en la puerta de la nevera, de forma que cuando algo se termine, lo apunte.
Pero mi vida seria mucho mas aburrida sin tropezar una y otra vez en con propios defectos.
Si fuese perfecto (o más perfecto), me habría sacado unas oposiciones, me habría hipotecado cuando los pisos estaban baratos para presumir hoy de piso caro y no habría empezado nunca a fumar.

Pero si todos fuésemos igual de perfectos, la vida seria un asco, por que todos pensaríamos igual. No existiría gran hermano por que hasta a los creadores les daría grima la idea en el mismo momento de que se les pasase por la cabeza, desechándola inmediatamente.

Sólo habría un partido político.
Viviríamos siempre en una crisis perpetua, por que nadie sabría salir de ella. O quizás no hubiese reventado nunca la burbuja inmobiliaria, por que todos sabríamos como mantenerla bien hinchada y brillante.
Como ocurria antes de que reventara, cuando todos estabamos de acuerdo por que a todos nos iba bien, aunque ahora algunos nos tiremos de los pelos.

¿Y qué seria de nuestras vidas sin corrupción?
Sin la Rocio Jurado, sin el bigotes, sin los trajes del tipo de la tierra de las naranjas valencianas, sin doping en el ciclismo, sin "La Noria", sin desacuerdos...
No tendríamos a quien criticar , ni equipo de fútbol con el que ganar la copa del mundo de las narices, ni Belén Esteban  sería, según las encuestas del c.i.s., la siguiente presidenta del gobierno, si fuese candidata (que manda wevos, como decía Trillo), ni los funcionarios de derechas pondrian el grito en el cielo por que cobraran durante una temporada 30 euros menos de su asegurado sueldo de por vida.


Por que todos estaríamos de acuerdo en las mismas cosas. Seriamos como autómatas.

Menos mal que existen multitud de cosas que nos diferencian, como lo que podemos o no recordar, y durante cuanto tiempo. Y la facilidad o dificultad que cada uno tenemos para cambiar de opinión, o para dar el brazo a torcer.

Le decía antes a mi amigo el psicótico, que yo, llevo tantos años dando el brazo a torcer, que me lo han pasado de rosca.Y como  ya no quedan repuestos, ahora me pongo en plan gilipollas y no cedo. En casi nada.
Si tengo razón, no me muevo ni a empujones.
Y si creo que la tengo, razono mi postura con tanto entusiasmo que doy asco, hasta que, o bien me den la razón que creo poseer, o me hagan ver la luz con un razonamiento ajeno.


Gracias a mi volátil memoria a corto plazo, he adquirido el magnífico don de la inflexibilidad, se me han desarrollado nuevos sentidos que no tenia, como el relativo a repatalear hasta quedarme exausto, o el directamente poco fino pero efectivo ejercicio del derecho de mandar a alguien a tomar por donde se comienza la fabricación de los cestos, también denominado "culo".

Si en el fondo, el recordar pocas cosas es toda una ventaja.

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