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domingo, 31 de octubre de 2010

De guetos va la cosa.

Nunca he llegado a comprender el por qué de los guetos.
Siempre he creído necesaria su existencia, pero  creo más en el sentido común y la razón.
Estoy plenamente convencido de que, independientemente de la educación, cultura y valores de cada cual, todos tenemos la necesidad, más tarde o más temprano, de formar parte de la normalidad.
Y me explico:
Entiendo como gueto, personas que forman una pequeña sociedad con cuestiones en común. Las cuestiones que sean. Políticas, laborales, culturales, aficiones...me da igual.
Gente que va a a un mismo tipo de local por que allí encuentra a mas gente similar.
Gente que sintoniza un mismo canal del televisión por que tiene unos programas favoritos en común.
Gente que se toma los descansos de su trabajo simultaneamente por que se llevan mejor entre ellos y no entre el resto de sus compañeros de trabajo...
Me da igual el tamaño y el motivo del gueto.
Pero todas las estructuras de los guetos, esto es, las formas de desarrollarse, son idénticas.
¿Y son malos los guetos?
Pues bajo el humilde punto de vista de quien escribe, y como buen gallego, tengo que entonar un flamante "depende".
Todos a lo largo de nuestra vida hemos formado, formamos o formaremos parte de un gueto.
Pero casi todos (y cuidado que acabo de añadir un "casi"), hemos sabido  ver más allá.
Es bueno, e imagino que incluso necesario conocer más personas con cuestiones afines. Pero es totalmente imprescindible conocer también a quienes no comparten nuestro punto de vista.
Sólo de esa forma podremos tener el punto de vista adecuado sobre la cuestión que sea.
No hacerlo así, es decir, conocer sólo el punto de vista de quienes nos dan la razón, no sólo es un error, sino que nos empuja a sentirnos cómodos en nuestra posición opinante y empezar a ver con malos ojos a quienes no comulgan con nuestro razonamiento, convirtiendo al resto, que suelen ser la mayoría, en un gueto.
Y peor aún: si además de no tener en cuenta otras opiniones, nos negamos a experimentar o acercarnos a ideas ajenas, conseguiremos unicamente fortalecer la coraza de ese gueto que nos rodea y auto-excluirnos, al mismo tiempo que echamos la culpa de nuestra auto-exclusión social a quienes nos rodean.

Me decía un amigo esta noche durante una conversación, mientras del cielo caian verdaderos cubos de agua, que le gustaría encontrar a esa persona "normal y moderada" que todos queremos tener a nuestro lado.
Y tenia el siguiente razonamiento: Si un chico "normal y moderado" acude a un local de copas, a pesar de que la """mayoría""" (apelo a la visualización del manojo de comillas que acabo de poner), sólo van a buscar fiesta, sexo, o alcohol, vamos, como casi cualquier joven un sábado noche de lluvioso invierno, y la normalidad que ese chico busca, consiste en valores de tipo mas moderado, será difícil que encuentre a esa persona "normal", en un ambiente como es ese local de copas.
Pero por otro lado, si este chico "normal y moderado", a pesar de ser "normal y moderado", acude también a un local de copas, la estadística nos empuja a pensar en la existencia de la posibilidad de que también otras personas "normales y moderadas" acudan también a ese local de copas.
Por lo tanto, cuantas más veces acuda a ese local de copas, más posibilidades habrá de que encuentre lo que está buscando.
Pero yo me lo planteo de otro modo, si cave, más sencillo y efectivo:
¿No será mejor que en vez de acudir más veces a un local a buscar a alguien en número más escaso, acuda mejor a un local más "moderado", en el que a buen seguro habrá más personas con valores como los que está buscando?
Ahora introducimos en esta ecuación, la palabra "gueto", y la cosa quedaría así:

Si en el lugar/gueto al que acudes con frecuencia no encuentras a quien estas buscando, ¿no será mejor que  veas más allá y pruebes en otro lugar menos específico?
A menudo, el resultado más sencillo se encuentra en los planteamientos más sencillos.
Nos encademanos con demasiada frecuencia a nosotros mismos.
Supongo que la clave consiste en tener la coherencia suficiente como para poder levantar la vista del suelo que nos rodea y observar lo que tenemos a nuestro alrededor, y antes de tacharlo de "imposible", tratar de conocerlo. Si lo que tenemos no nos convence, lo peor que nos puede ocurrir  es que sea algo tan poco convincente como lo que ya tenemos.

Y que tenga este tipo de reflexiones a estas horas...me lo voy a tener que mirar.

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